martes, 2 de febrero de 2010

Un niño palestino muerto

Las palabras jamás son inocentes: el sustantivo encuadra y el adjetivo coloca. El adjetivo nos da, realmente, la información relevante para nosotros como receptores de la información, porque nos sitúa respecto el valor de la oración. Estas tres frases se parecen, pero ninguna dice lo mismo:

Un niño muerto
Un palestino muerto
Un niño palestino muerto

En el primer caso se trata de una tragedia, si no sabemos nada más del niño es porque es igual que nosotros y, en consecuencia, debemos sentir mayor empatía.
El segundo caso es, desgraciadamente, un pleonasmo: si es palestino está destinado a morir o su vida no merece siquiera ser vivida.
El tercero encuadra semánticamente el significado real de la tragedia: era un niño, pero no se preocupen, era palestino. Es triste, pero no es duro, es normal, común, habitual, insignificante…
Hace años, cuando todavía había atentados en Israel, los noticiarios informaban de la muerte de hombres, mujeres y niños en Israel, pero no los referían como israelíes, porque podía acentuar la diferencia en el público espectador al connotar otros atributos (judío, extranjero, lejano…). Por el contrario, las bombas del ejército israelí solían matar palestinos, no a hombres, mujeres o menores de edad.
Este es un clásico caso de estudio en las universidades de cómo sustantivos y adjetivos fieles a la objetividad periodística configuraban la carga simbólica y emotiva de acontecimientos dramáticos similares. Es un claro ejemplo de la profunda asimetría que existe sobre nuestros parámetros de normalidad y equidad construidos en un mundo hecho por y para el hombre blanco heterosexual. Como es obvio, todas las personas que no corresponden al arquetipo clásico siempre se han sentido desplazadas o cuestionados cuando han asumido algún rol standarizado que presuma normalidad o autoridad; pero todavía activa prejuicios y debilidades patentes en nuestra sociedad.
Espero, en próximas entregas, demostrar cómo detrás de la supuesta defensa de las caricaturas sobre Mohadma en virtud de la liberta de expresión, no hay más que simple defensa de la inequidad. Si alguien duda al respecto, yo le preguntaría si le parece pertinente hacer chistes sobre el Holocausto en los periódicos y, si en el caso de que algún diario se atreviese, ¿qué ocurriría?