Hace ya muchos años, Richard J. Evans en su LYING ABOUT HITLER comparaba la metodología de trabajo de la comunidad académica formada por historiadores con las prácticas y argumentaciones de carácter jurídico que se emplean en los tribunales para demostrar la culpabilidad de los acusados. Asimismo, Allan Sokal lleva años insistiendo que el método científico y su aplicación en las disciplinas altamente cuantitativas no difiere sustancialmente de un dialogo racional sostenido en la esfera pública. Por lo tanto, la certidumbre y confianza que nos merece el sistema judicial debería ser la misma certidumbre y confianza que las llamadas ciencias exactas y sociales deberían despertar porque ambas instituciones dependen de las personas que las integran, de su autoexigencia y honestidad, así como de los resultados que producen.
Por esta razón, Sokal ha intentado alertar que debilitar el rigor y los criterios de falsación y refutación en las disciplinas científicas, especialmente las de carácter social, no produciría el efecto liberalizador de terminar con la dictadura del tecnócrata y el especialista, sino que traería como último resultado el empobrecimiento del debate público y los argumentos que lo conforman.
En ese sentido, la reciente experiencia del jurado popular sufrida en Valencia es paradigmática. Independientemente de los intereses espurios que han conducido a cinco conciudadanos a la desvergüenza más obscena, el punto que aquí interesa es el fundamento jurídico de su veredicto, que es el mismo argumento empleado por la defensa y, por ejemplo, por el director del periódico “Las Provincias” para defender a Francisco Camps. Éste es el siguiente:
“No hay prueba documental que demuestre que Camps no haya pagado los trajes”
Evidentemente, es imposible que exista prueba documental alguna de algo qué no pasó. Si existiese prueba documental de un hecho no cierto, se trataría de documentación falsificada que intenta probar una mentira. De hecho, hay pruebas documentales y testimonios del intento de construir pruebas falsas para demostrar que Camps pagó los trajes.
Del mismo modo, el director del periódico “Las Provincias” argumentó en Informe Semanal el pasado sábado que la fiscalía no había probado que Camps no se pagara los trajes y, como vivíamos en un Estado de Derecho, era la fiscalía quien debía probar la culpabilidad de Camps y no éste su inocencia. Esto es, nuevamente, otro sofisma. La fiscalía probó que Orange Market y los miembros de la trama Gürtel pagaron los trajes, ergo sequietur, que Camps no pagó los trajes. También probó que Camps los había aceptado y, por tanto, cometido el delito de cohecho pasivo impropio.
Son estas las premisas que, a día de hoy, hacen que todos esperemos un veredicto más racional de magistrados profesionales, porque, se entiende, la refutación de argumentos mediante procesos lógicos de exclusión es una mecanismo intelectual familiar para ellos y no pueden caer en sofismas tan groseros como los componentes de un jurado popular influenciables por los egoístas y los ignorantes. Sin embargo, podríamos interrogarnos sin esperar obtener una certeza irrefutable si existe correlación entre mala ciencia y mala justicia.
martes, 31 de enero de 2012
miércoles, 11 de agosto de 2010
The worst Spanish languages academies: Enforex and Don Quijote
If you want a fast education, you should go to Enforex and Don Quijote, the Burger King of education. They are expensive, bad and useless, but they have one of the best corporate policy I have seen.
They work with travel agencies, they pay a lot of money with the condition that the agency only can show info about Enforex and Don Quijote, but there is a trick: Enforex and Don Quijote are the same academy. The students think they can choose between two offers, but in fact is the same and in both cases is a bad offer.
There are no methods or pedagogical objectives in these academies. The books and materials they use are the worst you can use, but they edited them. Therefore, the books are really cheap, although the students buy them at high price.
In fact, the only target is offer to students expensive “sangria” and “tapas” in order to help them to enjoy their time. ¿Learning…? It doesn’t matter anyone there.
I have been working with them this last month and I have tried to teach Spanish to my students. I did it, despite the books and the academic policy. In my city, Valencia, there are a lot of better and smaller academies, but they can’t promote themselves as Enforex and Don Quijote do it. There is a paradox, because these small academies are better and cheaper, but students spend more time to find them. The consequence: Enforex and Don Quijote are trying to buy at low price the competence in order to become the only academy. They use different brands with the intention to cover the monopolistic control of the market.
Of course, they pay a hilarious salary to the professors: less than eight Euros by hour. However, as professors could not teach, it is not so bad salary.
PD: Next month, I start to work again in university. When they read these words, obviously, they will want to fire me.
They work with travel agencies, they pay a lot of money with the condition that the agency only can show info about Enforex and Don Quijote, but there is a trick: Enforex and Don Quijote are the same academy. The students think they can choose between two offers, but in fact is the same and in both cases is a bad offer.
There are no methods or pedagogical objectives in these academies. The books and materials they use are the worst you can use, but they edited them. Therefore, the books are really cheap, although the students buy them at high price.
In fact, the only target is offer to students expensive “sangria” and “tapas” in order to help them to enjoy their time. ¿Learning…? It doesn’t matter anyone there.
I have been working with them this last month and I have tried to teach Spanish to my students. I did it, despite the books and the academic policy. In my city, Valencia, there are a lot of better and smaller academies, but they can’t promote themselves as Enforex and Don Quijote do it. There is a paradox, because these small academies are better and cheaper, but students spend more time to find them. The consequence: Enforex and Don Quijote are trying to buy at low price the competence in order to become the only academy. They use different brands with the intention to cover the monopolistic control of the market.
Of course, they pay a hilarious salary to the professors: less than eight Euros by hour. However, as professors could not teach, it is not so bad salary.
PD: Next month, I start to work again in university. When they read these words, obviously, they will want to fire me.
jueves, 25 de marzo de 2010
Acepto tus argumentos, si tú aceptas sus consecuencias
En la actualidad, los antropólogos y la mayoría de sociólogos consideran que el diálogo entre comunidades, cuyos valores primordiales e identitarios son incompatibles y contradictorios, es imposible porque dichos valores operan como axiomas que impiden cualquier espacio común de encuentro e imposibilitan la convergencia de sus lógicas sociales. Por esta razón, antitaurinos y protaurinos o laicos y religiosos no podrán jamás convencer al adversario mediante argumentaciones racionales, sino que todo se reducirá a una simple lucha de fuerza o coerción donde el grupo dominante logrará el respeto tácito a sus postulados o los impondrá positivamente al resto.
Sin negar parte de validez a estas premisas, no se puede olvidar que este planteamiento, al negar la racionalidad y la coherencia objetivas en el ser humano, nos condena irremediablemente a una guerra entre fanatismos hobbesiana donde el consenso sólo podrá establecerse mediante un empate técnico entre los grupos enfrentados. Además, limita la posibilidad de extensión de una doctrina o idea a la capacidad reproductora de sus partidarios o a la efectividad de las técnicas de conversión empleadas.
Por lo tanto, esta negación de la capacidad de los seres humanos de construir debates racionales e ilustrados que, mediante la discusión pública arrinconen la superstición y la violencia, no debería ser asumida como real con tanta facilidad. A nuestro pesar, la lógica, la coherencia, el cálculo de magnitudes parecen cualidades repartidas en partes iguales entre todos los seres humanos, independientemente de su origen, tradiciones, etnias, razas, sexos o cualquier condicionante que se quiera imponer. Otra cuestión, empero, es como funcionan estas capacidades, que no siempre deben corresponderse con el canon de método científico que Occidente suele asumir como propio y exclusivo.
Por todo esto, es posible la discusión racional entre grupos enfrentados que clarifique los axiomas defendidos como consubstanciales a nuestra identidad cultural. Pero, para que esta discusión fructifique, uno debe abandonar los propios principios y aceptar los del rival para desarrollarlos lógicamente, descubrir sus contradicciones y demostrar que, los supuestos principios, no son más que prejuicios que esconden oscuros y obscenos privilegios. Por ejemplo, de este modo vamos a demostrar que la Iglesia Católica no es realmente antiabortista.
En primer lugar, si la Iglesia emplea supuestos argumentos cientifistas para afirmar que hay vida desde la fecundación del óvulo, la Iglesia católica debería conceder alma a esa vida. Según su doctrina, sólo la vida humana tiene alma y sólo hay vida humana donde hay alma. En consecuencia, la Iglesia Católica debería preocuparse por imprimir el carácter y hacer perceptible a los sentidos los efectos de la gracia mediante el sacramento del bautismo, si no lo hacen no podría haber salvación de esa alma, aunque en la actualidad no iría al limbo como antaño. Los quinquum librii de las parroquias deberían modificarse para registrar a todos los fetos de las gestantes y el rito del bautismo debería reinventarse nuevamente. De hecho, éste se tipificó a grandes rasgos en el Concilio Laterán IV de 1215 en un sentido que no reconocía vida/alma al nascissitur, a pesar de que la Iglesia Católica actual olvida esta parte de la doctrina de los padres de su Santa Iglesia Apostólica y Romana. Del mismo modo, la Iglesia debería exigir al Registro Civil que incluyese en el Libro de Familia los fetos en gestación, se les pusiera nombre y sexo (lo haremos a ojo, porque hay vida sin género) y se los contabilizara en las estadísticas del INE.
En segundo lugar, la Iglesia debería solicitar que se incorporase en nuestro Código Penal la figura del aborto natural como homicidio por imprudencia o negligencia. Se puede argumentar que éste podría deberse a causas accidentales, pero esto debería decidirlo un juez, ya que responsabilidad de la madre era cuidar de esa vida y puede que por la imprudencia de sus actos o por un comportamiento negligente hacía sí misma y el feto se haya producido el homicidio.
En tercer lugar, la Iglesia debería levantar las prohibiciones morales sobre la píldora postcoital. Esta no es antiabortiva, como ellos la llaman, porque lo que impide es la fecundación, no destruye el óvulo fecundado. Igualmente, deberían dejar de contabilizar sus ventas como asesinatos como hacen en su publicidad. Esta forma de pensar nos llevaría a encarcelar por homicidio a cualquier adolescente de sexo masculino que tenga sueños demasiado eróticos o por asesinato a los que incurran en el vicio de Onán. Si a la Iglesia no le ha preocupado el alma de los fetos y, por el contrario, estigmatiza un medicamento que no atenta contra el óvulo fecundado es obvio que la Iglesia es manifiestamente hipócrita. Sus postulados y principios morales en esta cuestión son incoherentes y oportunistas y demuestran que el feto les importa un pimiento. Lo único que les preocupa y les molesta es la mujer y su libertad para decidir cuando ser madre. Lo único que les parece punible es que la mujer mantenga relaciones sexuales con
Sin negar parte de validez a estas premisas, no se puede olvidar que este planteamiento, al negar la racionalidad y la coherencia objetivas en el ser humano, nos condena irremediablemente a una guerra entre fanatismos hobbesiana donde el consenso sólo podrá establecerse mediante un empate técnico entre los grupos enfrentados. Además, limita la posibilidad de extensión de una doctrina o idea a la capacidad reproductora de sus partidarios o a la efectividad de las técnicas de conversión empleadas.
Por lo tanto, esta negación de la capacidad de los seres humanos de construir debates racionales e ilustrados que, mediante la discusión pública arrinconen la superstición y la violencia, no debería ser asumida como real con tanta facilidad. A nuestro pesar, la lógica, la coherencia, el cálculo de magnitudes parecen cualidades repartidas en partes iguales entre todos los seres humanos, independientemente de su origen, tradiciones, etnias, razas, sexos o cualquier condicionante que se quiera imponer. Otra cuestión, empero, es como funcionan estas capacidades, que no siempre deben corresponderse con el canon de método científico que Occidente suele asumir como propio y exclusivo.
Por todo esto, es posible la discusión racional entre grupos enfrentados que clarifique los axiomas defendidos como consubstanciales a nuestra identidad cultural. Pero, para que esta discusión fructifique, uno debe abandonar los propios principios y aceptar los del rival para desarrollarlos lógicamente, descubrir sus contradicciones y demostrar que, los supuestos principios, no son más que prejuicios que esconden oscuros y obscenos privilegios. Por ejemplo, de este modo vamos a demostrar que la Iglesia Católica no es realmente antiabortista.
En primer lugar, si la Iglesia emplea supuestos argumentos cientifistas para afirmar que hay vida desde la fecundación del óvulo, la Iglesia católica debería conceder alma a esa vida. Según su doctrina, sólo la vida humana tiene alma y sólo hay vida humana donde hay alma. En consecuencia, la Iglesia Católica debería preocuparse por imprimir el carácter y hacer perceptible a los sentidos los efectos de la gracia mediante el sacramento del bautismo, si no lo hacen no podría haber salvación de esa alma, aunque en la actualidad no iría al limbo como antaño. Los quinquum librii de las parroquias deberían modificarse para registrar a todos los fetos de las gestantes y el rito del bautismo debería reinventarse nuevamente. De hecho, éste se tipificó a grandes rasgos en el Concilio Laterán IV de 1215 en un sentido que no reconocía vida/alma al nascissitur, a pesar de que la Iglesia Católica actual olvida esta parte de la doctrina de los padres de su Santa Iglesia Apostólica y Romana. Del mismo modo, la Iglesia debería exigir al Registro Civil que incluyese en el Libro de Familia los fetos en gestación, se les pusiera nombre y sexo (lo haremos a ojo, porque hay vida sin género) y se los contabilizara en las estadísticas del INE.
En segundo lugar, la Iglesia debería solicitar que se incorporase en nuestro Código Penal la figura del aborto natural como homicidio por imprudencia o negligencia. Se puede argumentar que éste podría deberse a causas accidentales, pero esto debería decidirlo un juez, ya que responsabilidad de la madre era cuidar de esa vida y puede que por la imprudencia de sus actos o por un comportamiento negligente hacía sí misma y el feto se haya producido el homicidio.
En tercer lugar, la Iglesia debería levantar las prohibiciones morales sobre la píldora postcoital. Esta no es antiabortiva, como ellos la llaman, porque lo que impide es la fecundación, no destruye el óvulo fecundado. Igualmente, deberían dejar de contabilizar sus ventas como asesinatos como hacen en su publicidad. Esta forma de pensar nos llevaría a encarcelar por homicidio a cualquier adolescente de sexo masculino que tenga sueños demasiado eróticos o por asesinato a los que incurran en el vicio de Onán. Si a la Iglesia no le ha preocupado el alma de los fetos y, por el contrario, estigmatiza un medicamento que no atenta contra el óvulo fecundado es obvio que la Iglesia es manifiestamente hipócrita. Sus postulados y principios morales en esta cuestión son incoherentes y oportunistas y demuestran que el feto les importa un pimiento. Lo único que les preocupa y les molesta es la mujer y su libertad para decidir cuando ser madre. Lo único que les parece punible es que la mujer mantenga relaciones sexuales con
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viernes, 12 de marzo de 2010
La Nazi Jaqueline van Rysselberghe II
Hace unos días, Jaqueline van Rysselberghe anunció que iba a perseguir con todo el rigor de la Ley a quienes hubiesen robado televisores de plasma y lavadoras. Como es obvio, no hay otras prioridades para la autoridad pública: castigar a los que osaron asaltar los sacrosantos Mall es ineludible para restaurar la Ley y el orden, así como para reconstruir el país.
Desafortunadamente, me temo que no se perseguirá con todo el rigor de la Ley a las constructoras que incumplieron la normativa antisísmica (varias empresas españolas inclusive), fueron negligentes con la edificación, ni tampoco se exigirá al Estado todo el rigor de sus competencias para indemnizar y reparar a los afectados. Es cierto que se trata de mis sospechas, pero en el nuevo Gobierna de Piñera ya ostentan cargos de responsabilidad promotores y empresarios presuntamente responsables de incumplir la normativa antisísmica. Como todo el mundo vaticina, Chile camina hacia la senda de Argentina e Italia: interminables conflictos de intereses entre los representantes públicos y sus negocios privados.
Por otra parte, me temo que tampoco sabremos con cifras exactas cuánto pillaje real hubo y cuánta construcción mediática del fenómeno. Supongo que el número de muertos producido por el vandalismo y por la represión policial si se conocerá con certeza en algún momento, pero puede que las cifras no sean correctamente interpretadas.
Después de Canada, Chile es el país más seguro del hemisferio. Es mucho más seguro que EUA e incomparablemente más seguro que cualquiera de la región. Sin embargo, los chilenos están convencidos de vivir en un país infestado de malvados ladrones de clase baja sin escrúpulos e intrínsecamente perversos. Sin negar que la maldad humana sin paliativos existe en todos los lugares del mundo y distribuida por todas las clases sociales, es innegable que en Chile está sobredimensionada como el terremoto ha desvelado. Miedo en vez de solidaridad, represión en vez de ayuda han sido los lemas agitados por los críticos con Bachelet.
El profesor y periodista norteamericano Ken Dermota en su Chile Inédito ya estudió este fenómeno de desajuste perceptivo que tenía un claro y obvio culpable: los medios de comunicación. Toda la prensa escrita chilena (a excepción, en teoría de La Nación) es de derechas y de muy mala calidad. En verdad, no hay ningún periódico serio. El Mercurio y La Tercera hacen mal periodismo, informan mal y torticeramente y su cuerpo de noticias es reducido y sus secciones están mal diseñadas. A su lado La Razón y El Mundo son buenos y completos periódicos. Todo esto hace que las noticias de sucesos estén sobredimensionadas y suelan tener un tratamiento propio del amarillismo. Esto, a su vez, enlaza con las campañas autopromocionales de Pinochet, donde se podía contemplar a salvajes turbas urbanas atacando coches de decentes familias de clase media, así como sus negocios y establecimientos. Este imaginario colectivo, lamentablemente, ha calado en gran parte de la sociedad chilena y es compartido por muchos sectores, independientemente de su orientación política. Esto por desgracia se debe a la inacción de la Concertación, que después de ganar el referéndum se quedó sin mensaje, sin discurso, sin valores que transmitir.
Ahora, a una nueva generación de chilenos crecidos en democracia debe ser capaz de cimentar sus propios valores y dotarlos de un lenguaje nuevo que sepa comunicar nuevas visiones del ser humano, de sus necesidades y de su vida en sociedad. Una nueva generación de chilenos debe ser capaz de imaginar un mundo más amplio que las deprimentes paredes de los Mall, donde ser ciudadano no sea, simplemente, ser un consumidor con libertades y derechos restringidos.
Es una tarea ardua, tan ardua como evitar la desmembración del Estado; pero imprescindible para lograr que la autoridad pública y sus competencias no se limiten al uniforme de gendarme.
Desafortunadamente, me temo que no se perseguirá con todo el rigor de la Ley a las constructoras que incumplieron la normativa antisísmica (varias empresas españolas inclusive), fueron negligentes con la edificación, ni tampoco se exigirá al Estado todo el rigor de sus competencias para indemnizar y reparar a los afectados. Es cierto que se trata de mis sospechas, pero en el nuevo Gobierna de Piñera ya ostentan cargos de responsabilidad promotores y empresarios presuntamente responsables de incumplir la normativa antisísmica. Como todo el mundo vaticina, Chile camina hacia la senda de Argentina e Italia: interminables conflictos de intereses entre los representantes públicos y sus negocios privados.
Por otra parte, me temo que tampoco sabremos con cifras exactas cuánto pillaje real hubo y cuánta construcción mediática del fenómeno. Supongo que el número de muertos producido por el vandalismo y por la represión policial si se conocerá con certeza en algún momento, pero puede que las cifras no sean correctamente interpretadas.
Después de Canada, Chile es el país más seguro del hemisferio. Es mucho más seguro que EUA e incomparablemente más seguro que cualquiera de la región. Sin embargo, los chilenos están convencidos de vivir en un país infestado de malvados ladrones de clase baja sin escrúpulos e intrínsecamente perversos. Sin negar que la maldad humana sin paliativos existe en todos los lugares del mundo y distribuida por todas las clases sociales, es innegable que en Chile está sobredimensionada como el terremoto ha desvelado. Miedo en vez de solidaridad, represión en vez de ayuda han sido los lemas agitados por los críticos con Bachelet.
El profesor y periodista norteamericano Ken Dermota en su Chile Inédito ya estudió este fenómeno de desajuste perceptivo que tenía un claro y obvio culpable: los medios de comunicación. Toda la prensa escrita chilena (a excepción, en teoría de La Nación) es de derechas y de muy mala calidad. En verdad, no hay ningún periódico serio. El Mercurio y La Tercera hacen mal periodismo, informan mal y torticeramente y su cuerpo de noticias es reducido y sus secciones están mal diseñadas. A su lado La Razón y El Mundo son buenos y completos periódicos. Todo esto hace que las noticias de sucesos estén sobredimensionadas y suelan tener un tratamiento propio del amarillismo. Esto, a su vez, enlaza con las campañas autopromocionales de Pinochet, donde se podía contemplar a salvajes turbas urbanas atacando coches de decentes familias de clase media, así como sus negocios y establecimientos. Este imaginario colectivo, lamentablemente, ha calado en gran parte de la sociedad chilena y es compartido por muchos sectores, independientemente de su orientación política. Esto por desgracia se debe a la inacción de la Concertación, que después de ganar el referéndum se quedó sin mensaje, sin discurso, sin valores que transmitir.
Ahora, a una nueva generación de chilenos crecidos en democracia debe ser capaz de cimentar sus propios valores y dotarlos de un lenguaje nuevo que sepa comunicar nuevas visiones del ser humano, de sus necesidades y de su vida en sociedad. Una nueva generación de chilenos debe ser capaz de imaginar un mundo más amplio que las deprimentes paredes de los Mall, donde ser ciudadano no sea, simplemente, ser un consumidor con libertades y derechos restringidos.
Es una tarea ardua, tan ardua como evitar la desmembración del Estado; pero imprescindible para lograr que la autoridad pública y sus competencias no se limiten al uniforme de gendarme.
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martes, 2 de marzo de 2010
La NAZI Jaqueline van Rysselberghe
Escribo estas líneas después de saber que la mayoría de familiares y amigos de Chile se encuentran bien pese a las circunstancias. Esta pequeña alegría dentro de la tragedia no es suficiente consuelo para calmar la rabia y la indignación que producen esta catástrofe anunciada. Como señala mi colega de la UCM, Pablo Sapag M, en una columna del periódico Público de hoy, este terremoto pone a prueba el modelo de Estado de mínimos ultraliberal que en Chile ha sido un dogma intocable para todos los medios de comunicación públicos, como ya denunció hace unos años Ken Dermota en su Chile Inédito. No obstante, la crítica de ese modelo, del que han sacado tajada grandes constructoras españolas tan alabadas aquí (que confío paguen con creces por su dejadez), no es el objetivo principal de esta líneas.
Esta columna está dedicada al a impresentable alcaldesa de Concepción, Jaqueline van Rysselberghe, de la utraderechista UDI. En un estado de emergencia, el alcalde, el líder de un municipio, escogido por su propio pueblo y su máximo representante, debería haber hecho una llamada a la unidad, a la solidaridad, a la ayuda mutua… Debería haber dicho:
“Pueblo de Concepción, ante esta tragedia de proporciones históricas que nos ha dañado de forma irreparable, debemos mantener la calma y la confianza en nosotros mismos. La ayuda está en camino, el mundo entero está con nosotros y nuestro sufrimiento será atendido.
Sin embargo, la ayuda puede tardar, pasaremos horas duras en los próximos días. Pero tenemos la suerte de contar con nuestra fe inquebrantable. En estos duros momentos, debemos ser capaces de hacer los mejores y más nobles actos que jamás hayamos imaginado. Nuestras fuerzas, nuestra solidaridad, nuestra unidad y el apoyo que nos prestaremos unos a otros será el primer y valiente paso hacia nuestra recuperación.
Fueza Chile, Fuerza Concepción.”
Desafortunadamente, sus primeras palabras fueron una dura crítica a Bachelet por no traer militares que disparasen contra las peligrosas turbas de saqueadores. Su primera solicitud fueron soldados para reprimir a sus propios conciudadanos, a sus representados. Como es obvio, se trata de una actitud y comportamiento ejemplar que ha ayudado a lograr la calma entre la población.
El problema, empero, es que esta NAZI es el reflejo del miedo hacia la democracia y la libertad que Pinochet logró inocular en la sociedad chilena. Antes de la ayuda a las víctimas, ha primado la sacrosanta propiedad privada. Los carabineros, en vez de servir y proteger a la ciudadanía, tuvieron que custodiar los supermercados. Por el contrario, la autoridad pública debería haberse incautado de todos los bienes de primera necesidad que hubiese en los supermercados, sin esperar al consentimiento de sus dueños, y haber anunciado que se preparaba su distribución prioritaria a las madres solteras y familias numerosas con niños. Esto hubiese tranquilizado y hubiese reducido el supuesto saqueo al pillaje real.
Cuando en Madrid ocurrió el atentado del 11-M, todos los taxistas se prestaron a hacer de ambulancias inmediatamente. No cobraron las carreras, no cobraron por la tapicería manchada de sangre, nadie pensaba en la rentabilidad o pérdida de sus bienes... todos pensaban en ayudar. Pero Jaqueline van Rysselberghe, en estas horas difíciles, sólo puede pensar en las peligrosas turbas de asaltadores y decirlo en voz alta para que el pánico cunda más. Es más, lo más temible del futuro es que Piñera recibirá una población más atemorizada por los medios y los políticos de derechas, cuya conclusión principal será que no hacen falta mejores casas, mejores carreteras, mejores comunicaciones… la lección será que hacen falta más militares y carabineros para detener a los saqueadores cuando haya una catástrofe nacional. Habrá más Estado, pero su parte más triste y dura.
Desde aquí, toda mi solidaridad y ánimo al pueblo chileno.
Sean fuertes y valientes.
Sean ejemplo de solidaridad y superación para el mundo entero.
No dejen que el miedo propagado por la derecha les encoja el alma.
Esta columna está dedicada al a impresentable alcaldesa de Concepción, Jaqueline van Rysselberghe, de la utraderechista UDI. En un estado de emergencia, el alcalde, el líder de un municipio, escogido por su propio pueblo y su máximo representante, debería haber hecho una llamada a la unidad, a la solidaridad, a la ayuda mutua… Debería haber dicho:
“Pueblo de Concepción, ante esta tragedia de proporciones históricas que nos ha dañado de forma irreparable, debemos mantener la calma y la confianza en nosotros mismos. La ayuda está en camino, el mundo entero está con nosotros y nuestro sufrimiento será atendido.
Sin embargo, la ayuda puede tardar, pasaremos horas duras en los próximos días. Pero tenemos la suerte de contar con nuestra fe inquebrantable. En estos duros momentos, debemos ser capaces de hacer los mejores y más nobles actos que jamás hayamos imaginado. Nuestras fuerzas, nuestra solidaridad, nuestra unidad y el apoyo que nos prestaremos unos a otros será el primer y valiente paso hacia nuestra recuperación.
Fueza Chile, Fuerza Concepción.”
Desafortunadamente, sus primeras palabras fueron una dura crítica a Bachelet por no traer militares que disparasen contra las peligrosas turbas de saqueadores. Su primera solicitud fueron soldados para reprimir a sus propios conciudadanos, a sus representados. Como es obvio, se trata de una actitud y comportamiento ejemplar que ha ayudado a lograr la calma entre la población.
El problema, empero, es que esta NAZI es el reflejo del miedo hacia la democracia y la libertad que Pinochet logró inocular en la sociedad chilena. Antes de la ayuda a las víctimas, ha primado la sacrosanta propiedad privada. Los carabineros, en vez de servir y proteger a la ciudadanía, tuvieron que custodiar los supermercados. Por el contrario, la autoridad pública debería haberse incautado de todos los bienes de primera necesidad que hubiese en los supermercados, sin esperar al consentimiento de sus dueños, y haber anunciado que se preparaba su distribución prioritaria a las madres solteras y familias numerosas con niños. Esto hubiese tranquilizado y hubiese reducido el supuesto saqueo al pillaje real.
Cuando en Madrid ocurrió el atentado del 11-M, todos los taxistas se prestaron a hacer de ambulancias inmediatamente. No cobraron las carreras, no cobraron por la tapicería manchada de sangre, nadie pensaba en la rentabilidad o pérdida de sus bienes... todos pensaban en ayudar. Pero Jaqueline van Rysselberghe, en estas horas difíciles, sólo puede pensar en las peligrosas turbas de asaltadores y decirlo en voz alta para que el pánico cunda más. Es más, lo más temible del futuro es que Piñera recibirá una población más atemorizada por los medios y los políticos de derechas, cuya conclusión principal será que no hacen falta mejores casas, mejores carreteras, mejores comunicaciones… la lección será que hacen falta más militares y carabineros para detener a los saqueadores cuando haya una catástrofe nacional. Habrá más Estado, pero su parte más triste y dura.
Desde aquí, toda mi solidaridad y ánimo al pueblo chileno.
Sean fuertes y valientes.
Sean ejemplo de solidaridad y superación para el mundo entero.
No dejen que el miedo propagado por la derecha les encoja el alma.
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martes, 2 de febrero de 2010
Un niño palestino muerto
Las palabras jamás son inocentes: el sustantivo encuadra y el adjetivo coloca. El adjetivo nos da, realmente, la información relevante para nosotros como receptores de la información, porque nos sitúa respecto el valor de la oración. Estas tres frases se parecen, pero ninguna dice lo mismo:
Un niño muerto
Un palestino muerto
Un niño palestino muerto
En el primer caso se trata de una tragedia, si no sabemos nada más del niño es porque es igual que nosotros y, en consecuencia, debemos sentir mayor empatía.
El segundo caso es, desgraciadamente, un pleonasmo: si es palestino está destinado a morir o su vida no merece siquiera ser vivida.
El tercero encuadra semánticamente el significado real de la tragedia: era un niño, pero no se preocupen, era palestino. Es triste, pero no es duro, es normal, común, habitual, insignificante…
Hace años, cuando todavía había atentados en Israel, los noticiarios informaban de la muerte de hombres, mujeres y niños en Israel, pero no los referían como israelíes, porque podía acentuar la diferencia en el público espectador al connotar otros atributos (judío, extranjero, lejano…). Por el contrario, las bombas del ejército israelí solían matar palestinos, no a hombres, mujeres o menores de edad.
Este es un clásico caso de estudio en las universidades de cómo sustantivos y adjetivos fieles a la objetividad periodística configuraban la carga simbólica y emotiva de acontecimientos dramáticos similares. Es un claro ejemplo de la profunda asimetría que existe sobre nuestros parámetros de normalidad y equidad construidos en un mundo hecho por y para el hombre blanco heterosexual. Como es obvio, todas las personas que no corresponden al arquetipo clásico siempre se han sentido desplazadas o cuestionados cuando han asumido algún rol standarizado que presuma normalidad o autoridad; pero todavía activa prejuicios y debilidades patentes en nuestra sociedad.
Espero, en próximas entregas, demostrar cómo detrás de la supuesta defensa de las caricaturas sobre Mohadma en virtud de la liberta de expresión, no hay más que simple defensa de la inequidad. Si alguien duda al respecto, yo le preguntaría si le parece pertinente hacer chistes sobre el Holocausto en los periódicos y, si en el caso de que algún diario se atreviese, ¿qué ocurriría?
Un niño muerto
Un palestino muerto
Un niño palestino muerto
En el primer caso se trata de una tragedia, si no sabemos nada más del niño es porque es igual que nosotros y, en consecuencia, debemos sentir mayor empatía.
El segundo caso es, desgraciadamente, un pleonasmo: si es palestino está destinado a morir o su vida no merece siquiera ser vivida.
El tercero encuadra semánticamente el significado real de la tragedia: era un niño, pero no se preocupen, era palestino. Es triste, pero no es duro, es normal, común, habitual, insignificante…
Hace años, cuando todavía había atentados en Israel, los noticiarios informaban de la muerte de hombres, mujeres y niños en Israel, pero no los referían como israelíes, porque podía acentuar la diferencia en el público espectador al connotar otros atributos (judío, extranjero, lejano…). Por el contrario, las bombas del ejército israelí solían matar palestinos, no a hombres, mujeres o menores de edad.
Este es un clásico caso de estudio en las universidades de cómo sustantivos y adjetivos fieles a la objetividad periodística configuraban la carga simbólica y emotiva de acontecimientos dramáticos similares. Es un claro ejemplo de la profunda asimetría que existe sobre nuestros parámetros de normalidad y equidad construidos en un mundo hecho por y para el hombre blanco heterosexual. Como es obvio, todas las personas que no corresponden al arquetipo clásico siempre se han sentido desplazadas o cuestionados cuando han asumido algún rol standarizado que presuma normalidad o autoridad; pero todavía activa prejuicios y debilidades patentes en nuestra sociedad.
Espero, en próximas entregas, demostrar cómo detrás de la supuesta defensa de las caricaturas sobre Mohadma en virtud de la liberta de expresión, no hay más que simple defensa de la inequidad. Si alguien duda al respecto, yo le preguntaría si le parece pertinente hacer chistes sobre el Holocausto en los periódicos y, si en el caso de que algún diario se atreviese, ¿qué ocurriría?
lunes, 25 de enero de 2010
¡Aquí no cabemos todos! Fuera los gordos.
Los procesos migratorios plantean un reto a nuestro sistema de organizaciones políticas y esquemas culturales fundados en el patrón del Estado Nación, entidad, siempre, monocorde y monolítica. Las sociedades abiertas son plurales, imprevisibles y suelen acarrear cierta angustia porque no es posible planificar y garantizar cierto nivel de seguridad y certidumbre que aleje terribles males como el desempleo o los crímenes violentos. Por el contrario, las sociedades tradicionales o cerradas son seguras y tranquilas porque todo el mundo se conoce y a nadie le importa si Paquito pega su mujer en casa, si el Señorito abusa de su posición de monopolio y cobra unos arriendos salvajes, y si las fuerzas del orden golpean a quien se le ocurra protestar.
Ser contrario a la inmigración significa, simplemente, ser partidario del Estado Autoritario tradicional de toda la vida: que nadie salga del pueblo, que nadie venga de fuera, que nadie estudie, que nadie traiga inventos o comidas raras... todos somos súbditos, todos estamos igual de mal y que nadie destaque y rompa esta preciosa armonía que divide el mundo entre los de arriba y los de abajo.
El debate de la inmigración nos define esencialmente como seres humanos. El debate de la inmigración nos define políticamente y marca una línea clara sobre nuestros valores, principios y sobre el lugar que asignamos a las personas. No es un debate que admita posiciones ambiguas, poco claras o eclécticas, porque el desarrollo de las premisas que sustentan alguna de las posiciones enfrentadas nos lleva a una conclusión: ¿creemos en individuos autónomos e iguales ante la ley o no?
Por lo tanto, este debate requiere de posiciones y palabras claras que destaquen toda la carga política que hay detrás. Los eslogans buenistas y las apelaciones a la Declaración Universal a los Derechos humanos son contraproducentes por vacías y manidas, son máximas morales tántricas cuyo significado y valor real se ha desvirtuado para los oídos del público actual.
No se debe decir: “Todos somos iguales”. Se debe decir: “Todos somos iguales ante la Ley”.
Al “Aquí no cabemos todos”; se debe replicar “¿Quién eres tú para echar a la gente? ¿Echarás del país a los que no te caigan bien, a los gordos que van mucho al médico, a los viejos que tosen por la calle…?.
A la proclama de “Españoles, primero”; contratacar con: “Sólo los españoles de Valladolid primero, después Madrid, luego, provincias y si queda algo se admite a los canarios; pero prohibida la entrada a perros y gitanos.”
Se debe dejar claro: no existe la posibilidad de discriminar un poquito, cuando se empieza no se puede parar.
Ser contrario a la inmigración significa, simplemente, ser partidario del Estado Autoritario tradicional de toda la vida: que nadie salga del pueblo, que nadie venga de fuera, que nadie estudie, que nadie traiga inventos o comidas raras... todos somos súbditos, todos estamos igual de mal y que nadie destaque y rompa esta preciosa armonía que divide el mundo entre los de arriba y los de abajo.
El debate de la inmigración nos define esencialmente como seres humanos. El debate de la inmigración nos define políticamente y marca una línea clara sobre nuestros valores, principios y sobre el lugar que asignamos a las personas. No es un debate que admita posiciones ambiguas, poco claras o eclécticas, porque el desarrollo de las premisas que sustentan alguna de las posiciones enfrentadas nos lleva a una conclusión: ¿creemos en individuos autónomos e iguales ante la ley o no?
Por lo tanto, este debate requiere de posiciones y palabras claras que destaquen toda la carga política que hay detrás. Los eslogans buenistas y las apelaciones a la Declaración Universal a los Derechos humanos son contraproducentes por vacías y manidas, son máximas morales tántricas cuyo significado y valor real se ha desvirtuado para los oídos del público actual.
No se debe decir: “Todos somos iguales”. Se debe decir: “Todos somos iguales ante la Ley”.
Al “Aquí no cabemos todos”; se debe replicar “¿Quién eres tú para echar a la gente? ¿Echarás del país a los que no te caigan bien, a los gordos que van mucho al médico, a los viejos que tosen por la calle…?.
A la proclama de “Españoles, primero”; contratacar con: “Sólo los españoles de Valladolid primero, después Madrid, luego, provincias y si queda algo se admite a los canarios; pero prohibida la entrada a perros y gitanos.”
Se debe dejar claro: no existe la posibilidad de discriminar un poquito, cuando se empieza no se puede parar.
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